2016, Cuarenta Aniversario

Confitería Pallares es fundada en 1976 por D. Julián Pallares García y Dña. Marina Martínez Alcérreca. Este trabajador y humilde matrimonio funda esta casa con el fin de reunir en un mismo lugar de trabajo a gran parte de sus hijos que ejercían como confiteros en diferentes obradores.

Se establece en la barriada el Cerezo, un barrio obrero y nuevo en aquellos años donde hoy en día es todo un emblema. Regentada en la actualidad por sus hijos Luis y Francisco Javier, esta casa ha sabido sobreponerse a épocas difíciles, celebrando este año 2016 nuestro 40º aniversario.

Contamos con dos sucursales más, una en la barriada de Tartessos, fundada en 1981 (35 años) y otra en el barrio de Pino Montano, inaugurada en 2012.

Nos caracterizamos por ofrecer una impresionante gama de productos artesanos respetando siempre el sabor de la tradición, rechazando cualquier modalidad que se acerque a la industrialización.

Cobran fama nuestras tartas, minipastelillos, torrijas... Haciendo especial mención a los roscos de Reyes donde es ya todo un clásico ver las largas colas que se forman el día 5 de enero para hacerse con uno de ellos.

Confitería Pallares, tu pastelería de siempre.

Intento que mis hijos vean el esfuerzo y no se les suba el azúcar a la cabeza

Justo al entrar en el obrador de confitería y cafetería Pallares en la calle Playa de Torre La Higuera, en el barrio de El Cerezo,un enorme azulejo recuerda que la empresa fue fundada en 1976 por D. Julián Pallares García junto a un retrato suyo. Es apenas un símbolo que refleja el agradecimiento de Luis Pallares Martínez (Sevilla, 1956) y sus hermanos hacia su padre, que montó una empresa en la que no llegó a trabajar, sino sólo para ellos, y hacia su madre, Marina Martínez Alcérreca, que le apoyó al arriesgar todo lo que tenía para asegurar el futuro a sus descendientes.

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¿Por qué se decide su padre a montar un obrador de confitería y no otro negocio? Mi padre no tenía nada que ver con la confitería. Él era chófer de la fábrica de cristales de La Trinidad. Pero sus tres hijos habíamos empezado a trabajar en ese negocio, por lo que decidió, con las pesetillas de ahorrillos que tenía, juntar a sus hijos y compró un pequeño local en la calle Playa de Torre La Higuera.Manu R.R. (Atese) Empezamos a trabajar en él el 16 de julio de 1976. Conforme pasaron los años, el negocio se fue agrandando y compramos varios locales en la misma acera.

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¿Y cómo es que les dio a todos los hermanos por dedicarse a lo mismo? El mayor de los hermanos fue el que empezó y luego tiró de nosotros dos, fue el que se encargó de colocarnos en varias confiterías. Yo salí del colegio para empezar a trabajar. Tenía catorce años. Dejé la escuela un viernes y el lunes siguiente empecé a trabajar en la cafetería Araujo, en Puerta Osario.

De ahí pasé a Triana, donde entré en 1971 en Gavira, un obrador de confitería en la calle Mosquera de Figueroa, y luego ya pasé a trabajar en la empresa familiar.

–¿Cómo ha evolucionado la empresa familiar en estos 37 años de vida? Ya en 1980 abrimos otro negocio en la barriada Tartessos, en la calle Argantonio, y el 1 de diciembre de 2012 abrimos en la calle Corral del Agua, en Pino Montano, donde aprovechamos la ocasión de un local que se traspasaba. Ya en el año 1998, por cuestiones y problemas familiares, se disolvió la empresa que teníamos y continuamos desde entonces dos de los tres hermanos, Francisco Javier y yo. Así que tenemos tres despachos de pastelería y cafetería y, aquí, en El Cerezo, es donde está el obrador. Además, suministramos pasteles y tartas a muchas cafeterías, tiendas y salones de celebraciones.

–¿Cómo resulta trabajar con la familia en el día a día? Bien. Somos una familia humilde de trabajadores, que sabemos lo que cuesta sacar una casa adelante. No hemos venido con los zapatos puestos.

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¿Y la siguiente generación? Mis hijos y los de mi hermano ya están trabajando en el negocio: en el obrador, en el despacho... por lo que tenemos ya en marcha el paso a la siguiente generación.

¿Cómo se está capeando el momento actual? ¿Negocios como el suyo se resienten o la cultura del café está bien arraigada? En estos más de 30 años hemos evolucionado conforme el tiempo que nos ha tocado vivir, con sus paréntesis como el de ahora, y como el que se vivió en el año 91 y 92, aunque no fue como éste. El nuestro es un negocio que es de puro invierno. Café y pastel no es compatible con julio y seis de la tarde, así que en verano aprovechamos para darle descanso al personal, que también hay que cuidar a la familia.

– ¿Cómo se innova en una actividad tan artesanal como ésta? Pues con imaginación, intento de prueba y ver la aceptación por parte del público. Lo más típico nuestro, el reclamo más potente que tenemos son las cuñas, pero suministramos pasteles, tartas personalizadas, encargos para cumpleaños... Ahora se han puesto de moda las tartas fondant, aunque son un poco caras porque son muy trabajosas.

¿Han variado la manera de trabajar en el obrador? Nuestra manera sigue siendo tan artesanal como lo era en un principio y teniendo especial cuidado con la materia prima, que tiene que ser de primera calidad.

–¿Qué oferta elaboran? En invierno, que es nuestra época fuerte, tenemos entre 60 y 70 tipos de pasteles diferentes. Y al día pueden salir del obrador unas cien docenas.

–¿Ha notado que se ha industrializado mucho el proceso en la elaboración de dulces y pasteles? Ésa es la mayor competencia que tiene este negocio. Han industrializado la pastelería de forma que han abaratado los precios, pero la gente sigue valorando lo que es la pastelería artesanal. Cuando llega un domingo o un día de fiesta, no es lo mismo un pastel envuelto y con cuarenta días de caducidad, que uno artesanal cortado a mano.

–Cuentan ahora con tres establecimientos, ¿piensan en nuevas aperturas? Estamos en ello. Lo que pasa es que las posibilidades son arriesgadas para como está el mercado, aunque hay que multiplicar lo que se hace porque los que vienen detrás vienen exigiendo.

–¿Cuál fue la lección más importante que aprendió cuando comenzó a trabajar siendo un niño? Esa fase fue fundamental. Ahí aprendí la base de saber levantarse a las cinco de la mañana para trabajar para los demás y así valoras lo que tienes. Eso es lo que trato de inculcarles a mis hijos contándoles batallitas de entonces de vez en cuando: que no se les suba el azúcar a la cabeza y que sepan cuánto cuesta conseguir las cosas. Antes para tener un paquete de tabaco en el bolsillo tenías que trabajar para pagártelo, no se lo pedías a tus padres.

–Y cuando piensa en el riesgo que asumieron sus padres... El orgullo más grande que tengo en mi vida es la persona que fundó y abrió este negocio, junto con mi madre. Hoy les doy las gracias de lo que somos y de lo que tenemos, se lo debemos todo a ellos.

Fuente Original: El correo

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